miércoles, 26 de agosto de 2015

Boletín Chenque Negro N°6


En este número:
- Conflicto Santa Cruz: trabajadores municipales en lucha
    Las gestiones corruptas en las comunas de Rio Gallegos y Caleta Olivia colapsaron, mientras el reclamo salarial de los obreros y empleados municipales amenaza con agudizar la tensión y la conflictividad social. En Rio Gallegos, renunció el intendente y en la Zona Norte aumentan los despidos y la incertidumbre entre los obreros del petróleo y la minería. Se robaron todo y los trabajadores pagan los platos rotos.  

-Con la Soga al Cuello:  La policía nos sigue matando 
     La represión impuesta por el Estado adquiere distintas formas, pero tanto ayer como hoy cumplen el mismo fin: romper las organizaciones y la lucha en las calles,  disciplinar a la sociedad a través del miedo y la cohesión, para garantizar el desarrollo y sostenimiento del  sistema capitalista.

 - Santa Cruz: 8 años del atropello a los trabajadores ¡No olvidamos!
       El 17 de Agosto del 2007, Danier Varizat, ex funcionario de frente para la victoria, embiste con su camioneta a una manifestación de trabajadores que se encontraban protestando hacia varios meses por reivindicaciones salariales. Más de veinte trabajadores quedaron gravemente heridos, algunos con riesgo de muerte.


  
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martes, 25 de agosto de 2015

Mi Anarquismo - Rafael Barrett



Dar a cada uno lo suyo. Sí, pero, ¿cómo se sabe lo que hay que dar? Aunque tuviéramos leyes justas, ¿cómo interpretarlas? Apenas conocemos por ráfagas, nuestra propia conciencia: la conciencia ajena es la noche. Cometamos de una vez la suprema injusticia de no ver las intenciones; juzguemos los hechos. Los hechos también son la noche. ¿Cómo restablecer la realidad física de un hecho social? No podemos averiguar el tiempo que hará mañana y queremos definir los remolinos misteriosos de la vida. En la selva inextricable de los apetitos queremos encontrar el testimonio incorruptible. Queremos, para iluminarnos, hacer comparecer a las sombras; para convencernos, hacer declarar a la hipocresía; para no ser crueles, citar a la crueldad; para sentenciar a los hombres, oír a los hombres. ¿Dónde está la verdad? ¿Está en el silencio de los que dejaron crujir sus huesos dentro del brodequín inquisitorial, o está en las confidencias del acusado a la moda? Los inocentes se alucinan y confiesan crímenes que no han cometido. ¿Qué mayor gloria para un abogado que la de salvar a un bandido? Nos quejamos de la lentitud de los procesos: si los jueces fueran absolutamente justos y medianamente razonables, no se atreverían a fallar nunca.

Me basta el sentido etimológico: "Ausencia de gobierno". Hay que destruir el espíritu de autoridad y el prestigio de las leyes. Eso es todo. Será la obra del libre examen.

Los ignorantes se figuran que anarquía es desorden y que sin gobierno la sociedad se convertirá siempre en el caos. No conciben otro orden que el orden exteriormente impuesto por el terror de las armas.

Pero si se fijaran en la evolución de la ciencia, por ejemplo verían de qué modo, a medida que disminuía el espíritu de autoridad, se extendieron y afianzaron nuestros conocimientos. Cuando Galileo, dejando caer de lo alto de una torre objetos de diferente densidad, mostró que la velocidad de caída no dependía de sus masas, puesto que llegaban a la vez al suelo, los testigos de tan concluyente experiencia se negaron a aceptarla porque no estaba de acuerdo con lo que decía Aristóteles. Aristóteles era el gobierno científico; su libro era la ley. Había otros legisladores: San Agustín, Santo Tomás de Aquino, San Anselmo. ¿Y qué ha quedado de su dominación? El recuerdo de un estorbo. Sabemos muy bien que la verdad se fundó solamente en los hechos. Ningún sabio, por ilustre que sea, presentará hoy su autoridad como un argumento; ninguno pretenderá imponer sus ideas por el terror. El que descubre se limita a describir su experiencia para que todos repitan y verifiquen lo que él hizo. ¿Y esto qué es? El libre examen, base de nuestra prosperidad intelectual. La ciencia moderna es grande por ser esencialmente anárquica. ¿Y quién será el loco que la tache de desordenada y caótica? La prosperidad social exige iguales condiciones.

El anarquismo, tal como lo entiendo, se reduce al libre examen político.

Hace falta curarnos del respeto a la ley. La ley no es respetable. Es el obstáculo a todo progreso real. Es una noción que es preciso abolir. Las leyes y las constituciones que por la violencia gobiernan a los pueblos son falsas. No son hijas del estudio y el común asenso de los hombres. Son hijas de una minoría bárbara que se apoderó de la fuerza bruta para satisfacer su codicia y su crueldad. Tal vez los fenómenos sociales obedezcan a leyes profundas. Nuestra sociología está aún en la infancia y no las conoce. Es indudable que nos conviene investigarlas, y que si logramos esclarecerlas nos serán inmensamente útiles. Pero aunque las poseyésemos, jamás las erigiríamos en códigos, ni en sistema de gobierno. ¿Para qué? Si, en efecto, son leyes naturales, se cumplirán por sí solas, queramos o no. Los astrónomos no ordenan a los astros. Nuestro único papel será el de testigos. Es evidente que las leyes escritas no se parecen, ni por el forro, a las leyes naturales. ¡Valiente majestad la de esos pergaminos viejos que cualquier revolución quema en la plaza pública, aventando las cenizas para siempre! Una ley que necesita del gendarme, usurpa el nombre de ley. No es tal ley: es una mentira odiosa. ¡Y qué gendarmes! Para comprender hasta qué punto son nuestras leyes contrarias a la índole de las cosas, al genio de la humanidad, es suficiente contemplar los armamentos colosales, que aumentan cada día, la mole de fuerza bruta que los gobiernos amontonan para poder existir, para poder aguantar algunos minutos más el empuje invisible de las almas.


Las nueve décimas partes de la población terrestre, gracias a las leyes escritas, están degeneradas por la miseria. No hay que echar mano de mucha sociología cuando se piensa en las maravillosas aptitudes asimiladoras y creadoras de los niños de las razas más "inferiores" para apreciar la monstruosa locura de ese derroche de energía humana. ¡La ley patea los vientres de las madres! Estamos dentro de la ley como el pie chino dentro del brodequín, como el baobab dentro del tiesto japonés. ¡Somos enanos voluntarios! ¡Y se teme "el caos" si nos desembarazamos del brodequín, si rompemos el tiesto y nos plantamos en plena tierra, con la inmensidad por delante! ¿Qué importan las formas futuras? La realidad las revelará. Estemos ciertos de que serán bellas y nobles, como las del árbol libre. Que nuestro ideal sea el más alto. No seamos "prácticos". No intentemos "mejorar" la ley, sustituir un brodequín por otro. Cuanto más inaccesible aparezca el ideal, tanto mejor. Las estrellas guían al navegante. Apuntemos en seguida al lejano término. Así señalaremos el camino más corto. Y antes venceremos. ¿Qué hacer? Educarnos y educar. Todo se resume en el libre examen. ¡Que nuestros niños examinen la ley y la desprecien!

Rafael Barrett

lunes, 24 de agosto de 2015

Carta de Vanzetti: A Los Trabajadores Argentinos

Cárcel de Dedham, Massachusetts, 1927.

Nosotros deseamos decir a los compañeros, a los amigos, al pueblo argentino, que sabemos cuán grande, sublime y heroica es su solidaridad hacia nosotros.
Sabemos que habéis dado el pan y el reposo vuestro, vuestra sangre y vuestra libertad por nosotros. Sabemos que hubo quien dió su vida por nosotros.
Vuestra solidaridad generosa nos reafirma en la fe anárquica y humana. Vuestro sacrificio heroico, nos hace sangrar el corazón, mas nos sostiene el ánimo dándonos la certeza de una victoria final del proletariado.
Nosotros saludamos a quien lucha por nosotros; a quien está preso por nosotros; a quien ha muerto por nosotros.
Compañeros: amigos, Pueblo de la Argentina: nosotros morimos con vosotros en el corazón.
Y que ninguno de vosotros se desaliente, que ninguno vacile, que ninguno pierda el ánimo, cuando os llegue la triste nueva de nuestra muerte; que ella no os espante.
La vía de la libertad, que es la vía del progreso y de la justicia, está empañada de sangre, sembrada de fosas. Solo los fuertes la pueden recorrer. Vosotros sois fuertes. Dos caídos más: ¿Y qué? Otros ocuparán nuestros puestos, más resueltos y numerosos que nunca. En alto los corazones: ¡viva la anarquía y la revolución social!
Y recordaos de cuanto queremos deciros: el enemigo nos quiere muertos, y nos tendrá muertos para defender el privilegio y la tiranía, para humillaros, para acobardaros, para venceros, destruiros y encadenar los pueblos al carro de su esclavitud. El enemigo se ha embriagado con el llanto de nuestras mujeres, de nuestros viejos y de nuestros niños. Nos ha torturado, átomo por átomo, insultado, escupido, clavado, befado, empapado los labios de hiel y vinagre y, finalmente, ofrecerá a Mammón el humo de nuestras carnes maceradas y maltrechas.
Y este mismo enemigo clava sus inmundos tentáculos en la carne de todos los pueblos de la Tierra, prepara el más grande militarismo del mundo y se apresta a esclavizar la entera humanidad.
Hay que aplastarle la cabeza.
El pasaría de buena gana sobre los cuerpos de los rebeldes, de los revolucionarios y de los libertarios: él se prepara a pisotear a la humanidad.
Los caídos, todos los caídos, deben ser vengados. ¡Guay si no lo son!
Nosotros os enviamos un abrazo fraterno y el saludo augural.

Bartolomé Vanzetti.

viernes, 21 de agosto de 2015

El Ateísmo de Emma Goldman

En un breve ensayo, recopilado por Christopher Hitchens en el libro Dios no existe (The Portable Atheist), Emma Goldman nos habla de su filosofía del ateísmo. Echemos un vistazo a las magníficas píldoras contra la religión, la creencia teísta y contra todo absolutismo que contiene el texto. Con buen criterio, Goldman considera que la idea de Dios, o como se quiera denominar, se ha vuelto más impersonal y nebulosa con el paso del tiempo y gracias al progreso y a los avances en el conocimiento. Sin cortarse un pelo en su retórica, la anarquista afirma que la idea de un Dios gobernador de los designios humanos ha ido dejando paso a "una especie de estimulo espiritualista para satisfacer los caprichos y manías de todo el abanico de flaquezas humanas". Sabemos que cualquier idea que se tenga de la divinidad es una creación humana, originada en el miedo y en la curiosidad, por lo que de manera lógica esa idea se va adaptando a todas las fases del quehacer humano.



Goldman cita a Bakunin en Dios y el Estado (la traducción difiere algo respecto a las habituales de la obra, pero respeto la aparecida en el libro de Hitchens): "Todas las religiones, con sus semidioses, profetas, mesías y santos, fueron creadas por la fantasía llena de prejuicios de hombres que aún no habían desarrollado del todo sus facultades, ni estaban en plena posesión de ellas. En consecuencia, el cielo religioso no es más que el espejismo en el que el hombre, exaltado por la ignorancia y la fe, descubrió su propia imagen, pero acrecida e invertida; esto es, divinizada. La historia de las religiones, la del nacimiento, apogeo y decadencia de los dioses que se han sucedido en la fe humana, no es otra cosa, por lo tanto, que el desarrollo de la inteligencia y la conciencia colectivas de la humanidad. A lo largo de su trayectoria históricamente progresiva, en cuanto descubrían en sí mismos, o en la naturaleza que les rodeaba, alguna cualidad, o incluso un gran defecto, fueran de la índole que fuesen, los atribuían a sus dioses, no sin antes exagerarlos y ampliarlos desmesuradamente, a la manera de los niños, siguiendo el dictado de su fantasía religiosa. (…) Sea dicho, pues, con todo respeto a los metafísicos e idealistas, filósofos, políticos o poetas religiosos: la idea de Dios comporta la abdicación de la razón y la justicia humanas; es la más rotunda negación de la libertad humana, y desemboca necesariamente en la esclavización de la humanidad, tanto en la teoría como en la práctica".

Por lo tanto, la idea de Dios ha sido revitalizada, adaptada y ampliada en función de las necesidades de la época, y el ser humano debe salir a la luz para lograr la liberación. El teísmo, como teoría de la especulación, debe convertirse en algo superfluo y dejar paso al ateísmo, como ciencia de la demostración. La relación del ser humano con sus semejantes dependerá de esa emancipación de la religión y del concepto de divinidad, de un abandono del Más Allá para lograr unas raíces fuertes en el mundo terrenal. La tolerancia y la asunción de ciertas filosofías, que pueda mostrar una confesión religiosa, no nacen de la comprensión, sino de la debilidad ante el temor de perder a unos fieles que empiezan a hacerse preguntas y pueden empezar a abrazar el ateísmo. Goldman señala, al respecto, la hipocresía de las instituciones eclesiásticas, bien aliadas con el poder político, en sus métodos y rituales para mantener la creencia en las personas (o, al menos, para que finjan que creen). Obediencia, sumisión y conformidad, mantenidas con cielos e infiernos, recompensas y castigos, están detrás del teísmo, y hace tiempo que su imperio se hubiera derrumbado si no es por el poder y el dinero que lo sustentan.

La idea del amor y justicia, llevados al terreno ideal del Más Allá, no ha conllevado más que el empobrecimiento de dichos conceptos en el mundo terrenal. Solo el hombre puede liberarse de dichos engaños y posibilitar la expansión y el crecimiento de su mente gracias al ateísmo. Si la filosofía del teísmo es estática e inamovible, la filosofía atea produce una incesante marcha hacia el conocimiento y la vida.

Se cita un primordial texto de Joseph McCabe, en La existencia de Dios: "Una ley de la naturaleza no es una fórmula elaborada por un legislador, sino un mero resumen de los hechos observados, un 'conjunto de hechos'. Las cosas no actúan de una manera particular porque hay una ley, sino que establecemos esa 'ley', porque ellas actúan de esa manera". Goldman considera que la filosofía del ateísmo es un concepto de vida sin ningún Más Allá metafísico ni Regulador Divino. Muy al contrario, es un concepto de un mundo real, existente, con sus posibilidades de liberación, crecimiento y perfección. El mundo real, debido al teísmo, se ha mantenido como una escala temporal en la que se ha puesto a prueba la capacidad humana para subordinarse y sacrificarse a la voluntad de Dios. El ateísmo solo puede combatir la influencia perniciosa del absolutismo teísta, sus efectos paralizantes en el pensamiento y en la acción del ser humano.

Solo un hipócrita puede asegurar que el teísmo garantiza la moralidad, justicia, honradez y fidelidad, cuando los más firmes exponentes de esos valores en la historia han sido impíos y ateos. Los más nobles valores no han sido forjados en los cielos, sino que están vinculados al desarrollo de la vida social y de las condiciones materiales de la humanidad. No son algo fijo y eterno, sino que están sujetos a las fluctuaciones de la vida misma. Como finaliza la Goldman: "El ateísmo, con su negación de los dioses, es a la vez la afirmación más vigorosa del ser humano y, a través de este último, el sí eterno a la vida, el sentido y a la belleza".

Jose María Fernández Paniagua